"¿QUIÉNES SOIS?"
POR LLUVIA BELTRÁN
Me he levantado sintiéndome un
poco raro, o más bien con un extraño sabor en la boca.
Además, me duele la mandíbula,
como si hubiera estado horas masticando chicle sin parar, o como
cuando comes un enorme bocadillo que apenas te entra en la boca. Y me
duele la cabeza, pero eso no es novedad, últimamente parece que el
cerebro me va a estallar, o tal vez los ojos, o, qué sé yo,
quisiera arrancarme la cabeza entera y darle una patada, a ver si así
se arregla.
Tengo sed, mucha sed, quiero
quitarme este extraño sabor de boca. Así que voy al baño y me
pongo a beber agua como si acabara de regresar del desierto, y bebo y
bebo pero siento que no consigue saciarme. De pronto tengo ganas de
vomitar, creo que me he hinchado demasiado la barriga con tanto
líquido. Siento asco. Me miro en el espejo y observo mi cara, me veo
muy ojeroso y como demacrado, no es normal en mí; además, la
incipiente barba me da un aspecto desaliñado.
Bueno, de hecho ni siquiera
recuerdo cuándo fue la última vez que me afeité o que me duché,
no me acuerdo... y no entiendo por qué, a qué se debe esta amnesia
temporal. ¿Temporal? Trato de recordar lo que hice ayer, cómo me
levanté o qué desayuné, cómo fue mi día, y no consigo traer a
mi mente ninguna imagen real de lo que hice. Es como si mi vida
empezara hoy, pero sin embargo sé quién soy, sé mi nombre y mi
edad, la fecha de mi cumpleaños, que trabajo de dependiente en esa
tienda de informática y que tengo novia desde hace tres años.
Entonces, ¿qué es lo que me
pasa?
Quizás debería darme una ducha,
eso conseguirá aclararme las ideas.
No voy a afeitarme, sinceramente,
paso, no me apetece, estoy harto del picor en la cara, de que se me
irrite, creo que voy a probar a dejarme barba, ahora que vuelvo a
mirarme en el espejo no me veo nada mal, me da un aspecto bohemio,
incluso interesante. Estoy cansado de ser el chico formal, afeitadito
y perfumado, con aspecto de niño bien, me parece que a partir de ya
voy a cambiar eso.
Lo que no sé es qué va a
opinar... hum... ¡joder!... ¿Cómo es posible? ¡Ahora mismo no me
acuerdo de su nombre! ¡Por Diossss...! ¿Qué coño me está
pasando?
Carla... uff, qué alivio. Carla,
mi novia desde hace tres años. Morena, no muy alta, pelo corto a lo
garçon, o al menos eso dice ella, pero ¿qué coño es “a lo
garçon”? Estoy más que harto de esos estúpidos términos que de
pronto parecen ponerse de moda, como los que surgen por las redes
sociales; de pronto me siento idiota, pasado de moda, incluso viejo,
tal vez analfabeto 2.0 ¡qué sé yo! Podría estar a diario mirando
webs y buscando la nueva terminología y nunca acabaría.
Pero ¿en qué pensaba antes?
¡Ah, sí! En Carla... Es guapa, sí, muy guapa, aunque ahora mismo
no consigo recordar su rostro. Joder... Cierro los ojos y trato de
relajarme.
He estado pensando que como
realmente me preocupa esta extraña amnesia, voy a empezar a escribir
una especie de diario. Sí, sé que suena infantil, tal vez incluso
amariconado, pero es que me asusta empezar a perder la memoria y
llegar a olvidar hasta quién soy. Por eso tomaré notas, para
recordarme qué es lo que hago en el caso de que se me olvide. Y voy
a empezar desde ya...
Día 1
Hoy me he levantado un poco raro
y con un extraño sabor en la boca, pero eso no ha sido lo peor de
todo. De pronto tengo una extraña y enorme laguna en la cabeza, no
consigo recordar ciertas cosas, como el día de ayer, también me
cuesta recordar a mi novia, y eso me preocupa.
Siempre he temido sufrir algún
tipo de enfermedad que me hiciera perder la cabeza, y aún soy joven
para padecer algo así, o eso creo, el caso es que hoy me cuesta
recordar cosas. A lo mejor es que ayer bebí demasiado, no debería
haber tomado aquellas pastillas contra el resfriado sabiendo que me
iba a poner hasta el culo de alcohol. Hum... si bebía demasiado tal
vez es porque era sábado, así que ¿hoy es domingo?
¿Dónde se habrá metido Clara?
Es como si no hubiera pasado la noche en casa. Seguro que también
ella cogió una buena cogorza, lo más probable es que se haya
quedado a dormir en casa de alguna de sus amigas. Luego la llamaré,
cuando consiga recordar dónde he dejado el móvil... y cómo se
llaman sus amigas...
Antes me he dado una ducha para
tratar de despejarme un poco, a ver si es este maldito dolor de
cabeza el que me está bloqueando el cerebro. Y cuando me he
desnudado he comprobado que tenía los calzoncillos limpios, es
raro, eso quiere decir que: a) ya me había duchado antes, aunque he
de reconocer que cuando me he levantado apestaba a sudor, o b) no me
había duchado sino que solo me había cambiado de calzoncillos, lo
cual podría tener algún tipo de explicación en la cual no me
apetece demasiado pensar.
Resumen: me he levantado con
calzoncillos limpios y sin camiseta, dolor de cabeza y aspecto de no
haber dormido en toda la noche, con ojeras, si afeitar, apestando a
sudor... Conclusión: anoche me corrí una buena juerga. ¿O no? Es
el alcohol, claro que sí, por eso no me acuerdo de nada. Solo tengo
que relajarme, desayunar algo y tratar de darle esquinazo a la
resaca, después empezaré a recordar y a disfrutar de este domingo.
Me acaba de pasar algo muy
extraño: he ido a la nevera porque creo que tengo un poco de hambre,
y digo “creo” porque realmente es una extraña sensación en el
estómago, como si me doliera y reclamara comida pero al mismo tiempo
no admite nada de lo que le quiera dar.
Pues eso, que he ido a la nevera,
y cuando la he abierto he sentido naúseas. Leche, queso,
mantequilla... ¡qué asco! Pero ¿por qué? ¡Me encanta el queso!
¡Soy un vicioso de la mantequilla! Y no sé vivir sin leche...
También me ha dado asco la fruta, y las verduras... No sé si es que
necesito un Almax o quizás un lavado de estómago. Sin embargo, me
he acordado de esas hamburguesas congeladas y mi tripa se ha
removido, he tenido que sacarlas, descongelarlas en el microondas
y... no he podido esperar, ¡qué hambre! Joder, nunca había hecho
algo así, y me han sabido deliciosas. Uff, estoy enfermo, ¿me estoy
volviendo caníval, o loco?
Mi novia no aparece. ¿Dónde
coño está? Son casi las cinco de la tarde. Comienzo a
preocuparme. Además, este dolor de cabeza me está desquiciando, he
estado a punto de tomarme un bote entero de aspirinas. Mierda...
estoy mareado. ¿Dónde estás, Claudia?
Me he despertado en el suelo,
boca abajo, con los brazos en cruz y la cabeza de lado, de mi boca se
escapaba ese asqueroso hilo de baba, y cuando me lo he limpiado he
visto que tenía un color como negruzco. No debería haber comido las
hamburguesas crudas con ese ansia.
La casa está en silencio y ha
empezado a anochecer. Ahora mismo son las ocho de la tarde. Ya no me
duele la cabeza pero me encuentro fatal, siento que algo me arde por
dentro, tengo el estómago revuelto y ganas de vomitar. Apenas puedo
pensar en nada, intento concentrarme en algo para relajarme o para
darle algo de sentido a este día extraño, pero lo único que me
viene a la cabeza es este jodido silencio, eso y que no sé dónde se
ha metido mi chica. Si ella estuviera aquí, sé que me sentiría
mejor, o tal vez no... no sé, creo que habíamos discutido. No puedo
acordarme pero tengo esa vaga sensación.
Vale, ya lo entiendo: discutimos
y ella se fue de casa para alejarse de mí, o para desquitarse con
sus amigas, o para joderme, no sé. Lo entiendo, lo entiendo, pero
ahora la necesito, no sé estar enfermo si no está ella para
cuidarme como hace siempre.
Mierda ¿dónde cojones está?
¿Qué es eso? Es un sonido fuerte y agudo, constante, se me ha
metido en la cabeza y me atruena. ¡Basta! Corro hacia la puerta, es
el timbre, a alguien se le ha pegado el dedo en el botón y no lo
suelta. Así que abro la puerta bruscamente, y me encuentro cara a
cara con una tía que me mira con desprecio.
-¿Dónde está? -me pregunta. Su
voz es ronca y contundente. La observo, está vestida de fiesta, no
me refiero a ese tipo de vestidos de boda o cosas así, sino que va
arreglada, como si fuera a salir de marcha; también va maquillada,
muy maquillada, tanto que si deslizara el dedo por su cara haría un
surco. Es morena, de pelo largo y rizado, y sé que la conozco, pero
ahora no recuerdo de qué.
-¿Quién? -murmullo, acordándome
de pronto de su pregunta.
-¿Quién va a ser?
La muy descarada me empuja y
entra con decisión en la casa, al tiempo que mira a su alrededor.
-Carla -dice en voz alta,
llamando a alguien- ¡Carla!
Su voz me atruena, no tanto como
lo había hecho el timbre, pero se está colando de lleno en mi
cerebro, y eso me irrita.
-¿Qué quieres? -le increpo,
enfadado.
Entonces, ella se gira hacia mí,
con el rostro desencajado.
-Sé que habeis discutido
-afirma- Ayer me llamó por teléfono para contármelo. Habíamos
quedado en vernos hace dos horas y no ha aparecido, tampoco me coje
el teléfono. Dime dónde está.
-No lo sé -Creo que se refiere a
mi novia, pero no estoy del todo seguro- Llevo todo el día sin
verla.
Ella pone los brazos en jarras y
me mira desafiante.
-Cabrón, como le hayas hecho
algo...
-Pero ¿qué dices? ¿Estás
loca?
-Me dijo que estaba asustada, que
le dabas miedo.
-Que yo ¿qué?
Me hierve la sangre, no lo puedo
evitar, esta tía me está cabreando cada vez más. Siento que una
extraña furia va creciendo poco a poco dentro de mí, y creo que me
encantaría agarrarle por el cuello y estrangularla. Contente,
contente...
Se muerde el labio inferior,
nerviosa, y yo la miro fíjamente. De pronto hay algo en ese labio
que me atrae; es rojo, intenso, de color carmín. Apetecible... Uff,
no sé lo que digo. Pero ahora veo cómo la vena de su cuello se
hincha, y de pronto tiene un poder hipnótico sobre mí.
-¿Por qué me miras así?
-oigo vagamente que me pregunta. Y observo su rostro
repentinamente preocupado, su ojos grandes y oscuros, su nariz
afilada, las mejillas sonrosadas... Y su cuello... Su piel,
blanquecina, brillante, tersa, sabrosa... Tengo ganas de saborearla.
Leo, me das miedo... Su voz se
repite en mi cabeza, está asustada, me suplica con lágrimas en los
ojos que me vaya. No puedo irme, es mi casa.
-¿Qué coño te pasa, eh? -casi
grita, su voz me molesta. La odio, la deseo. Se me ha quedado la boca
seca y tengo como un sabor metálico.
Está retrocediendo. Creo que va
a intentar huir, y no puedo permitirlo. Tengo hambre, estoy muy
nervioso, el cuerpo me tiembla y siento como si algo dentro de mí
empezara a quemarme las entrañas. Quiero decirle que se esté
quieta, pero solo puedo emitir un extraño gruñido que me asusta
incluso a mí. Grita.
No voy a permitir que te escapes.
El fuego me abrasa por dentro, la ira dictamina lo que he de hacer.
La ira... ¿la ira? Cierra la puta boca, no puedes huir. Siento que
sus huesos se quiebran bajo mis manos, y un sorprendente placer me
inunda, al tiempo que el calor de su cuerpo se funde en mi boca.
Día 2
Me he despertado en la bañera
empapado en sudor, y no sé por qué. En el suelo estaba este
cuaderno, he leído lo que tenía apuntado, y puesto que ahora es de
día entiendo que debería apuntarlo como “día 2” para seguir
escribiendo lo que voy recordando. Cierro los ojos y trato de
recordar. Puedo ver entre penumbra el pelo moreno de mi chica, pero
su rostro se desdibuja y no puedo enfocarlo. Ni siquiera sé por qué
me esfuerzo en pensar en ella, no me lleva a ninguna parte.
Me voy a centrar en mí. Me llamo
Leo y tengo treinta y un años. Trabajo en... bueno... sé que
trabajo, punto. Vivo en este piso de alquiler junto a una chica de la
que no recuerdo su cara. Pero ya me acordaré. Me duele el cuerpo,
sobre todo los brazos (no sé si es que practico algún tipo de
deporte y son solo agujetas) y lo más extraño es el dolor de
mandíbula. También siento como si los dientes se me movieran, he
tenido que comprobar que no llevo dentadura postiza, por poco había
creído que podría sacarme todos los dientes de una vez. Tengo una
extraña sensación de saciedad que se está convirtiendo en náuseas.
Y lo peor de todo es que tengo las manos manchadas de pintura roja.
Necesito lavarme un poco... Casi
me caigo de espaldas cuando me he visto en el espejo. No solo
tengo un aspecto terriblemente demacrado sino que alrededor de mi
boca y parte de la barba hay restos resecos de algo que parece
sangre. ¿Sangre? Estoy delirando... Voy a ducharme.
Vaaaale, vale, ahora lo entiendo,
qué tontería... Anoche debí de pelearme con alguien, ¡está
clarísimo! De ahí el dolor de brazos y de mandíbula, y los restos
de sangre. Me debieron de dar una buena hostia. Lo extraño es que no
tengo ningún hematoma, así que... tal vez el que repartió las
hostias fui yo, y a decir verdad... la sangre no es mía. Así que
gané yo, mmmm... Perfecto. Seguro que ese capullo se lo merecía.
Uff, pero ¿qué digo? Nunca he
sido de pelearme, simplemente no me gusta, y mucho menos pegar a
nadie, lo odio. Por eso, no entiendo por qué lo habré hecho, ni
quién habrá recibido mis golpes, tampoco sé si quiero saberlo...
Creo que debería ir a cenar algo y ver un poco la tele, no sé
cuándo fue la última vez que supe lo que está pasando en el mundo,
eso quizás lo he querido olvidar.
Estaba equivocado, ayer, día 1,
no era domingo sino viernes, así que hoy es sábado. Y ¿qué hago
yo un sábado noche en casa? ¡Error! Que le den a mi novia si no
piensa aparecer, yo me voyde fiesssshhhhta...
Creo que, a pesar de la amnesia,
mi cuerpo sabe perfectamente hacia dónde tengo que ir. La verdad es
que me siento bastante vigoroso ahora, he bajado los cuatro pisos del
edificio andando, qué digo andando: saltando; y cuando he salido a
la calle, he inspirado una bocanada de aire dudosamente puro y me he
recargado de energía. Vaya, para haber tenido supuestamente una
pelea ayer, me siento muy bien. Y ahora estoy cerca de la zona de
marcha, la reconozco, para esto no he perdido la memoria, sé que
vengo a menudo por aquí y que incluso tengo mis bares favoritos.
Necesito un buen trago, tal vez
eso me ayude a recuperar la cordura. A lo lejos, un grupo de gente
charla en corrillo. Me suenan algunos de ellos, tal vez incluso son
amigos, pero ninguno me mira, así que paso de decirles nada; y me
meto en este bar. La música está a tope, el local está en
penumbra, la barra se encuentra a lo lejos y para llegar hasta ella
tengo que abrirme camino entre un montón de gente que baila al ritmo
de no séquémierda, intento no mirarles porque su baile me da grima.
Solo quiero que me dejen pasar, ¿es mucho pedir? De pronto alguien
me sujeta por el brazo.
-¡Leo!
Ese es mi nombre... Un tipo alto
de pelo greñudo y liso me mira mientras sonríe, tiene una nariz
aguileña que me resulta familliar, así como esa boca abierta que
deja entrever unos dientes pequeños. Pero no sé quién es. ¿Cómo
es posible?
-¿Dónde te habías metido? -me
pregunta gritando, tratando de que su voz se oiga por encima de la
música enlatada, la cual me está poniendo de mala hostia.
-He estado ocupado -miento, no
puedo explicarle en qué, así que espero que no pregunte.
-El otro día me dejaste un poco
rallado, ¿sabes?
-¿Por qué?
-Por la pelea con aquel tipo.
¡Ahá! Lo sabía: una pelea.
-Me dijeron que había acosado a
tu piva -continúa el supuesto conocido- Si yo hubiera sido tú, le
habría reventado a hostias.
Entonces, río, con sorna.
-Eso hice.
-¿Cómo?
-Que eso hice.
Entonces, ahora es él quien ríe.
-Pero si te dejó noqueado, tío,
aunque veo que no te acuerdas -sigue riendo- No parecías estar muy
bien. El Trenzas me dijo que te llevó semiinconsciente a casa.
¿El Trenzas?
-Pero al mamón ese le dieron de
su propia medicina, que lo sepas. Parece ser que intentó repetir la
jugada pero esta vez el novio de la pava era un cuatro por cuatro y
le molió a palos -Ríe de nuevo.
Necesito algo de beber, ¡YA!
-¿Cómo está Carla?
Y le miro con sorpresa, aunque no
parece darse cuenta. ¿De qué coño me habla?
-Necesito un trago, tío, déjame
llegar hasta la barra.
No sé cómo lo he conseguido,
pero por fin la rubia de bote me ha servido un buen copazo de whisky
con cola. Podría bebérmelo de un solo trago, pero apenas he salido
con pasta (¿cómo he podido olvidarme de coger más dinero?) así
que tengo que estirar lo poco que llevo encima.
No veo al greñudo, por fortuna.
No me gusta, no sé si se supone que es amigo mío, pero no me gusta.
Observo a la gente bailar, ahora
una canción de una mujer que grita cada vez más alto (creo que voy
a durar poco aquí dentro), y me parecen marionetas, autómatas,
zombies o algo así, como si fueran empastillados hasta las cejas y
se movieran bajo una extraña programación conjunta.Ya deliras,
Leo... Ese es mi nombre.
Hay un tipo cerca de mí, creo
que baila frente a otro tío, más bajito que él, pero apenas puedo
verle la cara porque le tengo de espalda; sin embargo, a este tipo le
miro descaradamente, me da igual que se de cuenta. Es gracioso,
parece concentrarse en la canción para sincronizar sus
movimientos: el tío es arrítmico por completo. Siento una especie
de extraña compasión hacia él.
¿Compasión? No... Mirándole
bien, la verdad es que me resulta bastante ridículo, me atreveria a
decir que incluso da vergüenza ajena. Qué tío más imbécil.
No sé, me están empezando a
irritar sus movimientos, parecen espasmos. Menudo fantoche. Empieza a
darme incluso asco. No, asco no sería la palabra adecuada, más bien
me repugna. ¿Qué digo me repugna? Me cabrea, me cabrea muchísimo.
Pero ¿por qué está ahí plantado delante mío?, ¿qué hace el muy
capullo con esos espasmos horteras? ¡Eeeeeh, tú! ¿De qué coño
vas?
Ahora me mira, ¿acaso he pensado
en voz alta? Sus ojos son pequeños y negros, me miran sin
comprender. Tengo ganas de arrancárselos y reírme en su cara
mientras los machaco con los pies. Creo que me dice algo. No me
importa una mierda, solo quiero arrancarle esos dientes podridos, uno
por uno, y hacérselos tragar, y después romperle las piernas para
que se le quiten las ganas de volver a moverse así. ¿Qué dices,
capullo? Te vas a enterar...
Trato de abalanzarme sobre él,
pero de pronto ha abierto la boca y veo que de ella sabe un líquido
extraño que me deja paralizado. Es de color oscuro, y viscoso. No
puedo dejar de mirarlo. Y no sé si pasan segundos, minutos u horas,
pero estoy como hechizado, el tipo también parece estarlo.
Gritos. No sé de dónde. Y el
tío de los espasmos empieza a hacer aspavientos. De pronto el que
bailaba frente a él está en el suelo, como inconsciente; y es
extraño, porque no recuerdo haberle visto caer. Le miro y veo que no
se mueve. Tengo ganas de acercarme y rematarlo. Pero el tío al que
aborrezco se me ha adelantado. Lo veo arrodillarse junto a él, lo ha
agarrado con fuerza, y no sé qué coño hace, ¡pero qué
cojones...!
Gritos y más gritos. La música
se ha parado. Ahora solo oigo los latidos de mi corazón, fuertes,
arrítmicos. Me tiemblan las piernas. Oigo ruido, mucho ruido. Ahora
soy consciente, la gente está corriendo a mi alrededor, despavorida,
sin saber bien dónde ir, por dónde salir. No me explico qué está
pasando, solo sé que no puedo moverme.
De pronto alguien me ha agarrado.
Es el greñudo, tiene la cara desencajada y me mira con los ojos
desorbitados.
-¡Tenemos que salir de aquí!
-grita, y noto que su voz tiembla.
¿Salir? Quiero decirle algo,
pero solo puedo emitir un extraño sonido. Ahora es él
quien está paralizado. Te voy a despellejar como a un conejo...
Estoy en el suelo. Puedo ver un montón de piernas y pies moviéndose
a un ritmo desenfrenado a mi alrededor, tengo miedo de que me pisen
pero parecen saltarme. Trato de levantarme como puedo, a pesar del
dolor de cuerpo, me siento fuerte pero al mismo tiempo agarrotado y
un poco confuso, además empieza a dolerme la cabeza como si alguien
me estuviera estirando del cerebro sin piedad.
Mis manos y ropa están manchadas
y vuelvo a sentir ese sabor metálico. Hay una chica al fondo de la
sala, se ha sentado en el suelo y me parece que está temblando,
además llora sin parar, creo que está en estado de shock. Intento
acercarme hasta ella. Me mira a los ojos, aterrorizada, y grita,
grita muy fuerte, tan fuerte que me duelen los tímpanos.
- ¡Cállate!
-Oh, Dios -lloriquea a
continuación- No me hagas daño.
No podría hacerle daño, quiero
ayudarla, solo quiero ayudarla. Me acerco más aún y ella vuelve a
gritar. Me siento mareado, no sé por...
Día 3
No sé qué me está pasando,
creo que estoy teniendo horribles pesadillas mientras duermo, pero
son tan reales que podría empezar a creérmelas de verdad. Estoy en
casa, tirado en la cama, con ganas de potar. Tengo las ropas
manchadas de un montón de productos diferentes que no sabría
identificar, y el cuerpo magullado. Me duele la cabeza, me duele la
mandíbula, me duelen incluso las encías. Supongo que es eso de la
tensión acumulada. ¿Cómo se llama cuando aprietas los dientes con
fuerza mientras duermes? Bueno, no sé, pero creo que estoy sufriendo
algo de eso.
Y para colmo, apenas puedo
respirar, siento una fuerte presión en el pecho. Debo de estar
siendo víctima de una broma pesada, ahora estaba pensando que tal
vez alguien me echó algo en la bebida anoche.
Anoche... Trato de recordar y no
lo consigo, tengo imágenes borrosas y fogonazos sueltos que no soy
capaz de hilar. Ya hasta dudo de si en verdad salí o me monté yo
solo la fiesta en casa. No sé qué mierda he tomado, pero me está
volviendo loco.
Ni siquiera sé por qué me
molesto en escribir este estúpido diario, no me sirve para nada,
porque no recuerdo absolutamente nada, y no escribo más que
gilipolleces sin sentido. Me pregunto si hablo de mí o si me
estoy autoinventando sobre la marcha, al volver a leer lo de los días
1 y 2 me parece que he dejado volar mi imaginación y que he creado
una vida paralela. Por ejemplo: ¿realmente tengo novia? Porque yo no
veo a ninguna tía por ninguna parte...
Joder, sí... Hay rastros de ella
por toda la casa: botes de crema en el baño, pinzas de depilar,
maquillaje, su colonia... Ropa de mujer en el armario, zapatos de
tacón, incluso sujetadores... O una tía está viviendo conmigo o es
que a mi me gusta travestirme... He encontrado evidencias de una
presencia femenina en la casa, pero... ¿dónde está ella? ¿Por qué
no aparece?
Un ruido, muy fuerte, me atruena,
me llevo las manos a los oídos, me hace daño, quiero gritar... El
puto timbre ¡joder! Voy hasta la puerta, estoy de mala hostia,
agarro el pomo con fuerza y abro. No me lo puedo creer, hay un tipo
greñudo frente a mí, y me mira con cara de asco; a su lado, otro
tío, pero éste es calvo, o va rapado, no sé.
-¿Qué coño queréis?
No me contestan. En cambio, el
calvo alza de pronto su brazo y... Siento como si me hubiera pasado
por encima una apisonadora; apenas puedo moverme, los oídos me
zumban, y es como si algo muy pesado se hubiera instalado
sobre mi cabeza, provocándome un daño atroz. Trato de abrir los
ojos, esta ceguera me mata, no sé qué pasa a mi alrededor. Estoy
desorientado. Respiro hondo y trato de pensar, trato de ser
consciente de que estoy despierto, y aunque no veo ni oigo lo que
sucede, parece que poco a poco comienzo a recuperar cada uno de mis
sentidos. Mi piel arde, me concentro en el dolor y me doy cuenta de
que son mis brazos los que duelen, los tengo cruzados en la espalda
y algo me impide que los mueva con soltura.
Lo que arde son mis muñecas,
creo que están atadas. La cabeza está caída sobre mi pecho,
intento levantarla pero me duele mucho el cuello. Los ojos, los tengo
cerrados, trato de abrirlos, me escuecen, pero empiezo a ver algo.
Creo que una especie de líquido cae sobre ellos, por eso escuecen.
Ese líquido parece que emana desde arriba, y resbala por mi mejilla
hasta llegar a la boca.
Lo saboreo. Es mi propia sangre.
Empiezo a ver, poco a poco, aunque borroso, y me siento mareado. Así
que intento decir algo, pero solo consigo lamer mis labios y beber de
mi sangre para tratar de acabar con la sequedad de mi garganta.
-Qué asco -oigo de pronto- Tío,
qué cojones te está pasando.
Ahora puedo ver a ese greñudo,
sus labios tiemblan, me mira con temor y desprecio. No sé por qué,
pero le sonrío.
-Cabrón -dice el otro, el calvo.
Le miro. No es calvo, definitivamente va rapado. Observo su rostro,
me es familiar, pero me da igual, tiene la piel sonrosada y lisa, los
mofletes abultados. Me encantaría poder morderlos y saborearlos.
-¿Qué hacemos?
El rapado se pasa la mano por la
cabeza con nerviosismo. En sus ojos veo algo de compasión, tal vez
duda, y se muerde el labio, indeciso.
-Leo, escúchame. Tienes que
decirnos qué te está pasando, por qué haces esto.
-Tío, ¿qué está pasando? ¿Por
qué me atacaste? Te volviste loco de repente...
Miro al greñudo, que se lleva la
mano al cuello del jersey, acto seguido lo baja y me muestra una
extraña herida inflamada y de color rojizo. De pronto algo se mueve
en mi interior, mi estómago arde y mi boca se hace agua. Me remuevo
en la silla, tengo que librarme de lo que sea que me sujeta a ella.
-¿Por qué me atacaste? -repite
el greñudo- Joder, parecías un salvaje. De pronto os volvisteis
todos locos allí dentro. ¿Es por algo que tomasteis?
Empiezo a agitarme, a removerme
con fuerza, y mi cuerpo pega sacudidas.
-¡Estate quieto! -me grita el
rapado, y yo le miro con odio, por haberme atado, por retenerme allí.
Él levanta su mano y me muestra una barra metálica, supongo que es
con ella con lo que me ha golpeado tras abrirles la puerta
- No me obligues a darte de
nuevo, esta vez me da igual si te mato.No te reconozco... No sé
quién eres.
Quiero contestarle y no puedo, no
consigo articular palabra alguna.
-¿Dónde está Carla?
¿Quién es Carla?
-¿Por qué me atacaste?
Solo quería arrancarte el
pellejo y comerme tus intestinos.
-¿Dónde...?
-¿Por qué...?
-¿Dón........?
Hay algo que me arde por dentro y
no me deja pensar, siento que una especie de fuego comienza en mi
estómago y va subiendo rápidamente a través de mi cuello para
expandirse por mi cabeza y alojarse en mi cerebro. El fuego quema, y
duele. No puedo ver, no puedo oír, ayudadme, seáis quienes seáis...
Ayudadme...
Les miro, han parado, y me
observan, con miedo. Están asustados, puedo olerlo, esa peste a
sudor y a terror ha inundado el cuarto. Les miro a los ojos y siento
que quieren retroceder. Se han callado de pronto. Balbucean y eso
dibuja una sonrisa en mi boca.
-Algo va mal, tío. Seguro que se
ha metido algo, no sé, algo que vendieran ayer. No lo entiendo.
-Vigílale un momento, voy a
mirar por la casa.
-Pero ¿qué dices? ¡No me dejes
solo con él!
-¿No ves que está atado?
Joder...
Pelo largo, nariz prominente,
ojos saliéndose de las órbitas. Será el primero en morir por su
debilidad. Quiero hacerlo, quiero abalanzarme y arrancarle esos
absurdos ojos, quiero desgarrar esa nariz prominente y hacérsela
comer, quiero arrancarle el pelo lentamente y escuchar sus
gritos,comerme sus mofletes mientras le abro en canal.
-Tren... Tren... zas... tío,
¿dónde estás?
Su voz tiembla. Quiero reír,
pero mi cuerpo no me responde. El rapado vuelve a escena, trae un
cuaderno en su mano y lo agita frente a mí.
-¿Qué es eso? -le pregunta el
otro.
-Un cuaderno.
-Ya lo veo, pero qué haces con
él.
-Hoy me he levantado un poco raro
y con un extraño sabor en la boca -lee-, pero eso no ha sido lo peor
de todo. De pronto tengo una extraña y enorme laguna en la cabeza,
no consigo recordar ciertas cosas, como el día de ayer, también me
cuesta recordar a mi novia, y eso me preocupa -me mira, con los ojos
abiertos como platos- ¿Esto lo has escrito tú?
No puedo hacer otra cosa más que
mirarle. No me salen las palabras, ni siquiera tengo ganas de
contestar, no sé de qué me está hablando.
-¡Responde!
Silencio.
-¿Qué más pone?
El rapado sigue leyendo del
cuaderno, a ratos me mira.
-Se ha vuelto loco -dice el
melenudo - ¿qué coño está diciendo ahí?
El otro me mira fijamente.
-¿Dónde está, cabrón? ¿Qué
has hecho con mi novia? ¡Sé que ayer vino a verte! -agita de nuevo
el cuaderno - ¡No me trago nada de esto! ¿Dónde está?
Se abalanza hacia mí pero el
melenudo le sujeta.
- ¿Crees que la ha matado?
- ¡Gilipollas, no digas eso!
- ¡Es lo que estás insinuando!
De pronto me sujeta y acerca su
cara hacia mí, siento su aliento sobre mis ojos, está cerca, muy
cerca... muy cerca... Abro la boca, y entonces le engancho con los
dientes por la barbilla. Le oigo gritar. Se agita, me empuja,
zafándose de mí. Tengo un trozo de carne en la boca y comienzo a
masticarlo, satisfecho; está caliente, tierno, delicioso... Me
insulta, alza su mano y deja caer esa barra sobre mí.
He caído al suelo y esta vez no
me he desmayado, todo lo contrario, aunque he cerrado los ojos para
que se crean que han conseguido matarme. Aún le oigo gritar, el
melenudo grita también, con pavor. Los dos corren en dirección al
baño, dejándome inmóvil en el suelo. Aún tengo el sabor de la
carne en la boca, y me gusta, tengo que conseguir liberarme y acabar
con la comida.
Más gritos, más blasfemias. De
pronto vuelvo a ver aparecer al melenudo, camina inclinado hacia
delante y con una mano se tapa la boca, cuando llega hasta mí
comienza a vomitar. Es asqueroso.
-¡Hijo de puta! -grita el otro
desde alguna parte- ¡cabrón!
También vuelve a escena, me
sujeta con fuerza para levantarme del suelo y a continuación
comienza a golpearme con rabia en la cara y el estómago. Pero no me
duele, al contrario, me produce placer. Caigo del nuevo al suelo, y
me río, me oigo a mí mismo pero no me reconozco. El rapado me
patea. Está rabioso, y eso me hace sentir más fuerte: su rabia
hincha mi orgullo. Pero estoy harto, harto de estar perdiendo el
tiempo, harto de dejarles salirse con la suya. Ya está bien de
juegos...
-¿Qué era eso? -el melenudo
balbucea. Ha caído al suelo y trata de esconderse detrás de uno de
los sillones- Dios... ¿qué coño era eso?
Oigo al rapado repetir la has
matado, pedazo de cabrón. Se acabó...Agito con fuerza los brazos y
lo que los sujeta cede. Libres. Puedo agarrar con fuerza ese pie que
me patear, lo retuerzo y le hago caer. Repto como puedo mientras le
voy sujetando por las iernas, hasta que consigo alcanzar su tronco.
Me agarra por la cabeza, trata de retorcerla. Yo soy más fuerte,
mucho más fuerte. Muerdo una de las manos, sujetándola entre los
dientes, dejando que grite, sabiendo lo que va a suceder, hasta que
comienzo a desgarrarla. Grita, patalea, insulta.
Alcanzo su cabeza y le sujeto por
el cuello. Carne, sangre caliente, las venas aún laten. Delicioso.
Siento que su vida se va deshaciendo en mi boca hasta apagarse
lentamente. Pero la sangre se enfriará y dejará de ser tan buena.
Aún queda el otro. Llora,
suplica, me mira con los ojos fuera de las órbitas. Los agarro, los
quiero en mis manos pero los hundo. Rabia. Su cara se descompone bajo
mis dedos, me ayudo de los dientes para poder trocearla, y la
saboreo. Estoy saciado. Pero siento rabia. Los cuerpos se enfrían.
Quiero más... La calle, lugar inhóspito, podría haber un silencio
sepulcral pero oigo murmullos cerca de mí, lamentos, llantos, gritos
lejanos... Sombras alrededor que se materializan. Me siento
observado.
Levanto la mirada y descubro a un
tío mirándome fijamente; bajo sus ojos hay una línea oscura que
marca una bolsas hinchadas, y el rostro inexpresivo, impávido,
congelado. Está quieto, pero aun así me pongo a la defensiva. Él o
yo. De pronto abre la boca y de ella emana un gorgoteo. Resoplo.
Alza sus manos como si
pretendiera alcanzarme desde su posición, y comienza a
avanzar torpemente hacia mí, entonces me doy cuenta de lo difícil
que le resulta caminar con esas piernas quebradas que se tambalean a
cada paso. Me río. Seré yo, no él. Me acerco lentamente, cauto, y
de un manotazo tumbo al espécimen, que comienza a revolverse en el
suelo. Subo la pierna, y acto seguido comienzo a patear su cara con
fuerza. Seré yo, no él. Pateo hasta que deja de gemir y ya no se
mueve. Entonces, de nuevo río, y no sé por qué, me pregunto de
dónde me sobreviene esta extraña fuerza, esta repentina ira, ¿habré
sido siempre así? No lo sé, pero me gusta, me hace sentir bien.
Ahora veo ese rostro desencajado, la cabeza abierta, y tengo ganas de
más...
Escucho un extraño ruido a mi
alrededor, es esa marea de llantos y gemidos que va avanzando poco a
poco hacia mí, y siento que cada vez está más cerca. Miro a mi
alrededor en busca de su procedencia, vuelvo a ver sombras, pero no
encuentro los cuerpos; los gritos están cada vez más próximos. Los
espero, sé que traerán algo bueno. Leo...
El escuchar de pronto mi
nombre me sobresalta, y me giro, buscando a quien lo ha
pronunciado. Entonces, de pronto veo a ese ser ante mí. Es una
hembra con las ropas hechas jirones, el cuerpo magullado y lleno de
arañazos, ensangrentado; pero lo que más me llama la atención es
su rostro, muy pálido, desencajado, los grandes ojos negros
abiertos como platos, la boca dibujando una mueca de incredulidad. Me
suena la expresión de su cara, ese pelo negro corto y alborotado.
Leo, me das miedo... De pronto su
voz se cuela en mi cabeza, aunque esa tiparraca no ha abierto la boca
en ningún momento.
¿Que yo te doy miedo? ¡Por
Dios, mírate! ¿Qué coño te pasa, por qué te has puesto hecha una
furia conmigo? ¡No lo entiendo, solo he tratado de defenderte!
Esas voces llegan hasta mí, no
entiendo de dónde salen. No lo sé, te juro que no sé qué está
pasando. Creo poder ver ese rostro ensangrentado lleno de lágrimas,
es como un fotograma de otro momento, en otro tiempo, quizás algún
recuerdo, o algo que me he inventado. Me mira, con ojos llorosos, y
dice: solo sé que me siento muy rara, es como si tuviera fiebre,
siento que algo me arde por dentro, y tú no haces más que gritarme,
nunca te había visto así...
De pronto, ella se relame y
comienza a dibujar una extraña sonrisa en esos labios finos y
llenosde alguna sustancia reseca. Yo me siento igual... Quiero
decirle algo, pero solo puedo mirarla. Ella también me
mira. Estamos quietos, esperando, no sé a qué, pero me canso. No
sé de dónde ha salido, ni por qué me mira así. Solo sé que
quiero retorcer su cuello y morderlo hasta acabar con ella. O ella, o
yo. Seré yo.
Se me adelanta, ha saltado hacia
mí, su destreza me ha pillado por sorpresa. De pronto se ha aferrado
a mi cabeza con los dos brazos, sujetándola con fuerza, rodeándome
con sus piernas por la cintura. Siento su aliento en mi cara, luego
en mi cuello, y por último en la oreja.
Una especie de descarga cruza mi
cabeza y se cuela en mi cerebro, siento que mi cara comienza a
arder. Dolor, mucho dolor. Trato de separar a la tiparraca de mí. La
observo y descubro que tiene mi oreja entre sus dientes. Sus ojos
están fuera de órbita. Grito. La sujeto por el cuello y comienzo a
apretar.
Leo, me das miedo... Puedo sentir
esos pequeños huesos bajo mis manos, quebrándose uno a uno, y su
tráquea parece vibrar. Sus piernas se cierran aún con más fuerza
sobre mi cintura, siento que me falta la respiración. El pecho me
arde. O ella o yo. Seré yo...
El tío ese, el que ha tratado de
agredirme, tenía algo extraño, ¿sabes? No era normal, sus ojos
estaban como locos. Yo reía ante su ocurrencia. Claro que no era
normal, tenía pinta de estar como una cuba, pero no te preocupes, ya
no volverá a acercarse a ti. Y besé esos labios, antes pintados de
color carmín, antes vivos, cálidos.
El capullo ha tratado de morderme
como si fuera un zombi. La gente está muy mal de la cabeza... Hemos
caído al suelo casi al mismo tiempo. Puedo ver sus ojos vacíos, sin
vida, ese líquido espeso emanando de su boca, y la lengua fuera de
ella, el cuerpo retorcido en un gesto casiimposible. Trato de
levantarme pero no puedo, no tengo fuerzas, no sé qué me habrá
hecho esa zorra pero estoy inmovilizado, nada en mi cuerpo responde,
solo la vista, y el oído.
Y oigo pasos, oigo berridos, ese
gemido tan familiar ahora. Puedo ver zapatos y pies descalzos
aproximándose, se detienen cerca de mí. Risas, quejidos. Puedo ver
sus rostros, ojerosos, desencajados, relamiéndose. Veo sus bocas,
sus dientes podridos. Caen sobre mí. O ellos, o yo... No seré yo...
EPÍLOGO
Proyecto: 36/20120430-DZ
Finalidad: Reducción población
inactiva.
Peligrosidad: Altamente
arriesgado.
Posibilidades de éxito: 20%
Resumen: Durante las 96 horas
estimadas de duración para las que se programó el desarrollo del
proyecto, hemos de constatar que se han cumplido todas las
expectativas impuestas, a saber: planteamiento, desarrollo y
finalización del virus V1408, canalización de las posibilidades
de expansión, salida del individuo cero y contagio masivo
controlado. Como consecuencia, el porcentaje de habitantes en
terreno nacional ha disminuido en un 48% tal y como estaba previsto.
Pasadas las 96 horas, el virus
V1408 se ha evaporado y desaparecido. A partir de ahora se procede a
reestructurar el mercado laboral.
Nivel actual de contagio del
virus: 0,1%
Resolución: Completado con
éxito. Ciertas complicaciones a la hora de exterminar el virus V1408
en la población.
Observaciones a tener en cuenta:
Se sigue trabajando para eliminar el 0,1% residual, no sedescarta un
posible aumento de dicho porcentaje en las próximas horas o una
posible mutación del virus.
Comunicado oficial a los medios
informativos: A lo largo de un periodo de cuatro día, la población
parece haber contraído algún tipo de enfermedad neurotransmisora
que ha incidido de forma repentina sobre sus actos y ha provocado una
reacción violenta, lo que ha llevado a un gran sector de la
población a atacar o ser atacada de manera salvaje, sin que las
autoridades hayan podido reaccionar a tiempo. Por fortuna, pasado el
período de 96 horas, la enfermedad ha sido controlada y la población
calmada, por lo que no se esperan más bajas inmediatas.
El gobierno sigue trabajando para
normalizar la situación.
Espero que os guste!
Espero que os guste!
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